"El número 4 me acompañó toda mi carrera.
Pocas veces crucé el medio campo.
Pocas veces crucé el medio campo.
Soy rústico, duro y con garra, pero puedo hacer algunos jueguitos."
Mi estilo de juego era muy típico de la posición. Era un jugador pesado, difícil de pasar, en definitiva un 4 tímido, con poca proyección. Pocas veces cruzaba mitad de cancha. Sacaba bastante bien los laterales y no pateaba los tiros libres. Ah, una vez casi tiro un corner, pero no quise insistir mucho porque no estaba seguro de poder volver rápido en caso de contraataque.
Lo mío no era salir jugando a los costados. Yo decía: "Salimoooooossss jugandooooo", cuando la pelota venía por mi sector. Y le daba con todo el empeine, le pegaba para arriba. Para mí lo importante era que la pelota esté del otro lado del campo. No me importaba quien la tuviera, yo la reventaba. Nunca me gustó salir jugando. Esas son ideas que le hacen mal al juego.
Mi preparación de joven era muy simple. Afilaba los tapones, comía de todo ya que siempre fui un jugador de buen porte, bastante lento y pesado, pero que no necesitaba correr, los esperaba en mi área y ahí los ponía. De todas maneras evitaba los embutidos como butifarra y cantimpalo, y nunca bebía alcohol en los entretiempos.
Para mí, ver una tarjeta roja es una ofensa, quiere decir que pegué, pero no cumplí con el requisito fundamental que es que el árbitro no lo note. Lo que sí me emociona es el sonido de una lesión. Aún hoy sigue siendo música para mis oídos. Lo mismo que el olor a yeso...
Yo estaba cómodo en el banco. Me gustaba no tener que bañarme y llegar más temprano a casa. En esos momentos pensaba en que arreglos iba a hacer en casa, comparaba precios de los materiales, practicaba trabalenguas, leía Nípur de Lagash.
Jamás me fulearon dentro de una cancha. Sería un contrasentido, es como si un pato le dispara a una escopeta...
Detrás de mi aspecto duro y áspero de jugador aguerrido se esconde un tierno, un tipo sacrificado al que todo le costó mucho esfuerzo, que lesionó a muchos colegas, pero siempre jugó sin mala intención.
El número 4 me acompañó toda mi carrera. Pocas proyecciones, mucha marca. Sólo un par de veces crucé el medio campo. Soy rústico, duro y con garra, pero sé hacer jueguitos. Tengo un récord: una vez hice 17.
Pero si hay un jugador con cosas mías, es Moner. Por su despliegue, su garra, o su torpeza, si se quiere. Yo soy Moner con un poco más de pelo (no mucho). Así podría definirme la tribuna. Me gusta también el carácter de Potente, el tranco y las medias de Carlos Olarán, el pelo ensortijado de la Araña Amuchástegui y, por supuesto, el glamour del más grande de todos, Abelardo Vallejos.
Carlos Tevez y Andrés D’Alessandro no hacen magia. Eso es otra cosa. La magia es saber pegar. Y lastimar. Pero que no se note. Un buen golpe, un crack, es música para mis oídos.
A veces pienso en que podría dedicarme a la dirección técnica, pero soy consciente de que todavía puedo dar más dentro de un campo de juego. Físicamente puedo mejorar, pero eso es para un futuro. A esta hora a la mañana estoy orillando el 25 por ciento. Igualmente nunca jugué al 100%, pero en la época que jugaba en la cancha de la 9 de julio tuve un alto rendimiento. Estaba muy bien físicamente, era joven y estaba en un 41, 42 por ciento.
Sin duda que me encantaría que me recuerde la historia como lo que fui, un 4 tímido, con poca proyección, áspero, pero sin mala intención. Que la gente recuerde el premio que recibí: “La Gran Tarjeta Roja”, que me entregó Pérez en nombre de los árbitros del Náutico. “Y créanme que estaría satisfecho si algún día tu hijo te pregunta: Papá, quien fue el Puma Giacone”.
Texto original copiado del libro "La pavota no se Mancha", Heber Ludueña / Luis Rubio (año 2003).
El Puma feliz junto a los niños. Un santo. No se entiende la persecución de los árbitros.